Hacer algo que no es acorde con nuestras creencias más profundas nos hace entrar en lo que se denomina disonancia cognitiva. Es una tensión entre lo que pensamos y hacemos.
A mi me ocurre en bastantes ocasiones.
No tiene que ver con las emociones.
Cuando esta sensación nos incomoda demasiado se pone en marcha un mecanismo de defensa natural. Y es acomodar “mi yo” a lo que por narices me veo en la obligación de adoptar o hacer.
Estamos hechos para ser armónicos de tal manera, que no somos capaces de escuchar lo que nos va a hacer tambalear nuestras creencias, con las que nos sentimos muy a gusto. Tanto es así, que intentaremos encontrar argumentos o, incluso engañar, para que nuestro yo no entre en conflicto.
