Muchos niños siguen siendo víctimas del desconocimiento de profesionales que estudian al niño por su conducta y no por su funcionamiento cerebral.
Lo triste de la situación es que los problemas que presentan no se relaciona aún con el cerebro sino con la crianza, con conductas caprichosas, rarezas o carencias afectivas.
Seguro que lo entiendes con este ejemplo. Imaginemos que naciste en el siglo XIX. Vas al médico porque desde hace tiempo te duele el estómago, cada vez que comes vomitas y el dolor no te deja descansar. El médico tras hacerte las preguntas pertinentes y anotar en tu historial el diagnóstico como dispesia, te aconseja que cambies la dieta y costumbres y que vuelvas si no te recuperas. A la siguiente cita vas doblado de dolor de estómago y ya con mal carácter. Te receta un medicamento que tampoco responde y te invita a volver solo si te duele más. Te acostumbras a vivir con ese dolor limitándote de por vida y buscando remedios como el Tito Pepe. Esto pasaba hace cien años y nos parece lejano. La medicina la tecnología y, en general las ciencias, han avanzado tanto que hoy en día es impensable un diagnóstico de enfermedades sin ni siquiera un análisis clínico y, si es más complicado, el estudio de especialistas con sus innovadoras herramientas, entre ellas la imagenealogía.
Las neurociencias han ayudado a conocer qué ocurre en el cerebro de un niño desorganizado, que empieza veinte cosas y no acaba ninguna, incapaz de hacer un copiado de la pizarra o seguir un dictado, que las tres primeras cuentas son correctas y a partir de ahí el rojo corrector ha empapado el resto de la libreta. Dominado por la impulsividad arrasa con lo que encuentra a su paso, dice cosas de las que se arrepiente acto seguido y ama lo mismo que odia con la misma intensidad de un momento para otro. Si habéis leído hasta aquí os ha venido el nombre de alguno de vuestros alumnos, y además le habéis puesto una etiqueta, probablemente TDHA. Este comportamiento tiene que ver con un trastorno funcional del lóbulo frontal donde residen las funciones ejecutivas.
Hasta no hace mucho tiempo, las neurociencias no encontraban funciones específicas al lóbulo frontal y lo tildaban como “lóbulo silente” El caso del accidente de Phineas Cage por el que sus lesiones dejaban aparentemente indemnes las funciones lingüísticas, perceptivas, motoras, memorísticas, espaciales, pero le dejaron secuelas de las que no pudo recomponer su vida laboral y emocional. Antes de este caso las funciones de autorregulación y control ejecutivo, emocionales y de conducta no se relacionaban con el funcionamiento cerebral.
< Son las cuatro y media de una calurosa tarde… Phineas Cage acaba de poner la pólvora y pide a un compañero que lo ayuda que lo cubra con arena… Alguien lo llama por detrás y Cage aparta la mirada un instante fatídico…
La explosión es tan brutal que toda la cuadrilla queda paralizada viendo cómo se desprende un hierro que penetra por la mejilla izquierda de Cage, perfora la base del cráneo, atraviesa la parte frontal del mismo y sale a gran velocidad por la parte superior de la cabeza. La barra aterriza a más de treinta metros.
El Dr Williams años más tarde describiría la escena -Cage estaba sentado. Cuando llegué me dijo: “doctor, aquí hay trabajo para usted”. Durante el tiempo que estuve examinando esa herida, Cage estuvo relatando la manera en que resultó herido; hablaba racionalmente.
En menos de dos meses se considerará que Cage está curado. Pero este resultado sorprendente palidece en comparación con el giro extraordinario que la personalidad de Cage está a punto de sufrir. Cage podía sentir, ver y oir, y no tenía parálisis de extremidades. Andaba de forma estable y no tenía dificultad aparente con el habla y el lenguaje. Y sin embargo, como relata el Dr Harlow”el equilibrio o balance entre su facultad intelectual y sus propensiones animales se había destruido”.
Ahora era irregular, irreverente, impaciente por las restricciones caprichoso y vacilante imaginando muchos planes que abandonaba nada más emprenderlos. Cage ya no era Cage sus patrones tuvieron que despedirlo. Trabajaba brevemente en un lugar o en otro y acababa dejándolo o bien era despedido. La historia de Cage daba a entender un hecho sorprendente: de algún modo había sistemas en el cerebro dedicados a las dimensiones personales y sociales del razonamiento…>
Extracto del libro “El error de Descartes” de Antonio Damasio [1]
La lesión fue más extensa en el hemisferio izquierdo que en el derecho y en la región anterior del lóbulo frontal, con daño selectivo de la corteza prefrontal,especialmente en la porción ventromedial de ambos hemisferios. Se descubre que estas áreas son críticas para la toma de decisiones, capacidad para hacer planes futuros, conducirse de acuerdo a reglas sociales aprendidas y decidir el curso de acción más ventajoso.
El caso de Phineas Cage es el primer caso documentado con rigor sobre la relación del funcionamiento cerebral y un conjunto de funciones o capacidades, que años después de Cage, se han llamado “Funciones Ejecutivas”. ( Lezak Goldberg, Damasio)
Mira este video sobre Funciones Ejecutivas que te puede orientar
Para saber más:
Tirapau y otros ‘executive functions’ we all use, and many times find difficult to define and to understand. [REV NEUROL 2002; 34: 673-85]
Damasio AR. Descartes’ error. Emotion, reason and the human brain. New York: Putnam’s Sons; 1994.
Cummings JL. Frontal-subcortical circuits and human behavior. Arch Neurol 1993; 50: 873-80.
Goldberg E, Podell K. Adaptive decision making, ecological validity and the frontal lobes. J Clinic Experimen Neuropsychology 2000; 22: 56-68.
Jose Antonio Marina “La inteligencia que aprende” Ed Santillana 2015